Artículo de José Aureliano Martín en El Faro de Ceuta


Nos movemos en un mundo acelerado y artificial. Estamos en plena fase de lo que algunos han denominado “capitalismo tóxico”, que ha convertido la compraventa especulativa de dinero en su principal base, al margen de la economía real. Mientras que el mundo produjo bienes y servicios en 2010 por valor de unos 64 billones (con b) de dólares, según las estadísticas del Banco Mundial, las transacciones financieras que se hicieron multiplicaron esta cantidad entre 50 y 70 veces, lo que nos llevó a superar los tres mil billones de dólares anuales, conforme estiman  los expertos. Una auténtica monstruosidad, diseñada para que unos pocos se enriquezcan hasta límites insospechados, y que llevan a la ruina más absoluta a millones de personas, cuando las burbujas de especulación que generan “estallan”. Es lo que ocurre en la actualidad.

Quizás sea lo anterior una de las principales razones por las que me ha resultado tan gratificante el visionado del documental colgado en YouTube “Gracias, Grecia” Nuestra herencia; elaborado por un grupo de alumnos y profesores de un colegio de Murcia, en el que nos recuerdan la tremenda herencia cultural recibida de los griegos. Las olimpiadas, el atletismo, la ética, la lógica, las matemáticas, la música, la biblioteca, la política, la democracia. Y por supuesto, la Filosofía, como eje vertebrador de la propia vida.  

Como ya he comentado en otros artículos, estamos viviendo un mal año en muchos aspectos. Pero sobre todo en algo tan fundamental como es la enseñanza. La Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), del ministro de Educación José Ignacio Wert, se ha convertido en una pesadilla para todos y en uno de los mayores ataques a los principios más universales de la educación pública. Valores como la convivencia democrática, el respeto a las diferencias individuales, la solidaridad y la no discriminación, por ejemplo, van dejando paso a otros como la competitividad de la economía, crecimiento económico, ventajas competitivas en el mercado global. 

El profesor Aguado, autor de un magnífico libro titulado “La Filosofía en la Educación Secundaria”, nos recuerda que las finalidades más importantes de la educación son la universalidad (la educación debe de extenderse a todos los ciudadanos); la humanidad (la educación debe buscar el pleno desarrollo de la personalidad de los ciudadanos); la civilidad (la educación debe fundamentarse y desarrollar los principios democráticos y los derechos y libertades fundamentales); y la autonomía (la educación debe procurar que los ciudadanos puedan aprender por sí mismos). Sin embargo, a pesar de lo anterior, la educación se ha utilizado generalmente como una “práctica de socialización adaptativa de los jóvenes a la sociedad”, según él sostiene. 

Por ello, tras analizar críticamente las diversas concepciones de la Filosofía, se decanta por una visión más actual, “centrada en la antropología y orientada hacia la práctica, hacia la transformación ética y política de las personas y de la sociedad”. Es esto lo que le lleva a reivindicar una educación alternativa, en la que la Filosofía sea el eje vertebrador de la educación. La razón que esgrime para tal propuesta, que yo comparto, es que la Filosofía formula los supuestos antropológicos y políticos básicos, sobre los que se construyen los objetivos y procedimientos educativos, pues como ya nos decía Aristóteles en su Metafísica, “los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración… De suerte que, si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento y no por alguna utilidad”. Es decir, se puede entender con ellos que la Filosofía surge de una actitud natural, propia de todas las personas, que nos lleva a preguntar por el origen, sentido, destino y función de todas las cosas.

Por tanto, ¿se debe enseñar filosofía?. Evidentemente depende del interés que la sociedad tenga en la educación del ciudadano. Si lo que se busca es un hombre reducido a la dimensión del trabajo-consumo, es totalmente innecesaria. Si queremos personas que se pregunten y piensen sobre el sentido del mundo, entonces será útil “intelectual y emocionalmente”. Como decía Kant, “….lo que hay que esperar, pues, de un profesor es que, en primer lugar, forme en sus oyentes al hombre del entendimiento, después al de la razón, y, por último, al sabio”. Si estamos de acuerdo con estas reflexiones, la conclusión no puede ser otra que la Filosofía ha de ser la base de la educación. 

Esperemos que muy pronto nuestro amigo, el profesor Aguado, pueda venir a Ceuta, y junto a otros filósofos, nos haga reflexionar sobre la importancia de la educación para la sociedad.